Cuentan que en los primeros años de su estadía en Malawi, el Monje supo conocer a unos nativos cuyas pequeñas tierras estaban a punto de quedar en manos de un funcionario inglés a quien le debían dinero. Entonces se le ocurrió apostarle a éste la deuda en un partido de fútbol, que el funcionario no rechazó, en parte por su gusto por este deporte, en parte por estar seguro de su victoria. Si ganaban los del Monje, la deuda quedaba paga, de lo contrario, ascendía al doble.
Pidió un mes de plazo y se dedicó a entrenar lo mejor que pudo a 10 nativos para quienes este juego resultaba extraño. En tanto el funcionario armó enseguida un equipo de 11 ingleses habituados y gustosos de la práctica del fútbol.
Según la leyenda, al desparejo encuentro, pactado en cantidad de goles, la extraordinaria garra y habilidad del Monje lo fué emparejando, hasta lograr tras una finta endiablada y un tiro cruzado junto al palo un agónico 12 a 11, que salvó las tierras de los nativos y dejó admirados y menos ricos, a los ingleses.
el partido de fútbol
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